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El recuento de víctimas del ladrillazo

La decisión de intervenir Caja Castilla La Mancha puede ser un punto de inflexión en la política del gobierno español ante los efectos de la crisis en el sector financiero. Las inyecciones de liquidez que están recibiendo las entidades mediante la compra de activos financieros se sitúan en el tratamiento sintomático del problema, mientras la intervención del Banco de España supone abrir la puerta a la cirugía. El desplome de la burbuja inmobiliaria tendrá consecuencias muy graves en las entidades que dieron crédito a la especulación del ladrillo, negocio que ahora se ha vuelto ruinoso y de cuyo volumen deberían informar los bancos y las cajas de ahorros. Porque afectados están todos, aunque en diferente medida, y al igual que con los agujeros provocados por las hipotecas ‘subprime’, el sistema financiero necesita saber cuánto del crédito dispuesto en los tiempos burbujistas está ahora enterrado en inversiones inmobiliarias cuyo valor nadie sabe. Quizás las principales entidades españolas tengan suficiente solvencia para salir airosas del vendaval, que empeora conforme se agrava la morosidad, pero la caída en desgracia de bancos a uno y otro lado del atlántico indica que es imprevisible hasta dónde llegará el tsunami. El gobierno hace tiempo que debería estar en ello, porque el ‘plan B’ de intervenir entidades puede necesitarlo en más ocasiones.

El rescate de CCM es el primero y, con mucha seguridad, no el último. La caja castellano-manchega es la primera pieza del recuento de víctimas del ladrillazo español en el sector financiero, tras la caída de inmobiliarias y constructoras. La política del gobierno ante esta crisis del sistema financiero, a pesar del discurso oficial de serenidad y confianza en las entidades, puede estar cambiando hacia un escenario de anticipación de los problemas y acción rápida. La lección que se puede extraer de los casos de inestabilidad en los bancos estadounidenses y británicos es que la intervención decidida de los gobiernos ha evitado quiebras que aportarían aún más inestabilidad. Sin embargo, el mercado no está paralizado porque sea incierto el número de entidades que, afectadas fundamentalmente por el impago de los créditos de los promotores, terminarán pasando por la UCI de la intervención pública; el pánico es debido también a la incertidumbre sobre los activos inmobiliarios que tienen los demás agentes de la economía. Bancos que nadie duda de su solvencia, empresas de todos los sectores y particulares que invirtieron en el ladrillo: el agujero que ha dejado la burbuja se extiende por todos lados. Y urge cuantificarlo para identificar los daños y que el mercado encuentre un punto de apoyo que permita la recuperación del crédito en favor de nuevas inversiones.