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2022

Este mes de diciembre, más que terminar un año, estamos pasando página a un bienio aciago en el que la humanidad vivió bajo una pandemia terrible. La bienvenida a 2022 no solo ha de ser esperanzadora por el año a estrenar, sino ilusionante porque se abre un periodo pospandemia de recuperación de nuestras vidas, en el que será necesario crear una nueva confianza en el futuro.

Pero no todo es blanco o negro, y el impacto de nuevas variantes como ómicron, o la escasa extensión de la vacuna en muchos países, hace que no en todo el mundo el fin se vea cercano. La confusión que crean los antivacunas es dañina, sobre todo, allí donde aún buena parte de la población no está inmunizada. Al igual que pasa con el negacionismo ramplón que trata de extender la desconfianza en la ciencia y en las instituciones, los seguidores antivacunas se sienten cómodos dentro de la secta: les da la sensación de pertenencia a algo así como una minoría muy selecta. Pero este pensamiento anticiencia y conspiranoico está basado en grandes mentiras que debemos seguir desmontando.

Para salir de la pandemia nos hemos tenido que cuestionar hasta qué punto éramos capaces de cambiar nuestra forma de vivir para priorizar el cuidado de las personas que nos rodean. Y hemos confiado en los investigadores que dieron con armas (las mascarillas, la ventilación, las vacunas) para volver a la normalidad y seguir adelante. El futuro se construye siempre desde el presente, pero la tentación negacionista plantea que todo está mal desde algún momento en el pasado en el que se nos escondió la verdad. Esta reacción que reniega del momento actual está íntimamente relacionada con esta especie de pelea entre pasado y presente que plantean otros, a los que se empieza a llamar “neorrancios”.

Neorrancio sería ese pensamiento basado en la nostalgia del pasado que se ha puesto de moda y obtenido cierta notoriedad en tiempos recientes. En cierto modo, todos practicamos algún tipo de nostalgia en nuestras ideas y reflexiones sobre el estado del mundo, pero las ideas van un paso más allá cuando se defiende el rechazo a casi todo lo surgido en las últimas décadas para dibujar una Arcadia feliz a la que deberíamos volver. Pocas veces existe un pasado glorioso, que no sea inventado, de donde sacar ideas valiosas para el futuro. Querer que el mundo gire con parámetros de décadas atrás es infructuoso y temerario. No creo que debamos construir 2022 con la mirada puesta en la sociedad del siglo pasado.