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De la visceralidad a la idiotez

Las tres entregas del largo relato de Oriana Fallaci («La rabia y el orgullo», «Los hijos de Alá» y «Mi patria, mi Italia») han provocado la controversia buscada en la opinión pública. El largo panfleto de esta señora incluye desde llamadas a la guerra: «Habituados como estáis al doble juego, afectados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que estamos ante una guerra de religión…»; pasando por su visión de los musulmanes: «…es imposible dialogar con ellos. Razonar, impensable. Tratarlos con indulgencia o tolerancia o esperanza, un suicidio. Y el que crea lo contrario es un iluso»; hasta soflamas contra la inmigración: «Han llegado aquí por propia iniciativa, con sus malditas pateras y ante las barbas de los policías que intentaban hacerles regresar. Más que una emigración es, pues, una invasión efectuada bajo la consigna de la clandestinidad…». Todo acompañado de irracionales observaciones sobre la realidad en un enorme monumento al odio.

Se ha dicho que ya era hora de que alguien escribiera lo que muchos piensan y no se atreven a decir. Estoy de acuerdo. Ahora que la estupidez de la superioridad de la cultura occidental está por escrito gracias a la Fallaci, podremos poner en evidencia ese gran error. ¡Cómo va a ser superior una cultura que engendra discursos tan delirantes como este!. Sánchez Dragó considera que el artículo «es fascismo, racismo, militarismo e imperialismo». La verdad es que poco más se puede argumentar ante esta demencial propaganda que ahora los coros de Oriana se encargan de difundir.