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Los perdedores de la guerra

Tengo escrito que esta es una guerra necesaria. En cambio, las dudas sobre su utilidad son todas: la inestabilidad que provoca la amenaza del integrismo islámico hace temer que la violencia vaya a generar más violencia. Sin necesidad de aventurar otras consecuencias, ya tenemos los indeseables efectos de la ofensiva militar en eso que llamamos eufemísticamente «daños colaterales». Los primeros perdedores de esta guerra son las víctimas civiles de la población afgana. Recordaba en un artículo reciente Baltasar Garzón que «los terrorismos se alimentan con más muertos». No se debe elevar esta operación a la categoría de única solución posible porque no lo es. Como dice Garzón: «la paz o la libertad duraderas sólo pueden venir de la mano de la legalidad, de la justicia, del respeto a la diversidad, de la defensa de los derechos humanos, de la respuesta mesurada, justa y eficaz», y poco se está aportando a esa base necesaria de lucha justa contra el terrorismo con contundentes ataques a un país empobrecido del que miles de refugiados huyen tras los bombardeos. Esta catástrofe humana puede pasarnos factura. Hay que rectificar el rumbo, si no queremos lamentarnos en el futuro por los errores actuales.