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Réquiem por 2001 (y II)

Antes de atragantarnos con las uvas, es costumbre hacer balance de lo ocurrido durante el año, anuarios en los periódicos, resúmenes de las noticias más relevantes en televisión… En realidad, lo de las uvas no debe ser más que una metáfora de lo que se sufre haciendo los resúmenes del año. Porque Botín y alguno más deben ser los únicos que hacen balance con la seguridad de que no les va a salir con números rojos.

Sin ir más lejos, hay que admitir que este año la humanidad ha acumulado demasiados desastres en el debe del balance como para darse por satisfecha. El saldo negativo de este ejercicio nos dejará deudas pendientes para los próximos años. Afortunadamente -o por desgracia, según se mire- no estamos ante el fin del mundo, así que habrá que mirar necesariamente con optimismo lo que se nos viene encima y la forma de salvar estos conflictos. Tras el 11 de septiembre el tiempo ha pasado de una manera distinta a como lo hizo en los meses anteriores. De esta forma, todos los grandes interrogantes giran alrededor de esa fecha: ¿aparecerá Bin Laden en 2002 o se convertirá en una especie de mito legendario sin tumba conocida?, ¿tendrá por fin el conflicto de Oriente Medio una solución de paz?, ¿dejaremos de ver burkas en las calles de Afganistán…?

Estos últimos días, imágenes demasiado tristes se han repetido en las pantallas como para tener mucha confianza en el futuro. Arde la riqueza natural de Australia y el humo no nos deja ver Sidney. En Argentina un país entero se sume en el caos, mientras los ciudadanos en las calles son invisibles para quienes no creen que el futuro esté en la gente, en vez de en los gobernantes. Y entre India y Paquistán se escenifican hostilidades en su conflictiva frontera que no queremos ni imaginar lo que podrían suponer. Una cosa sí habrá en el año nuevo para alegrarnos, eurofóricos y euroescépticos a un lado. El euro unirá a los europeos, aunque esperemos que no nos dé tantos quebraderos de cabeza como a Forges.

Salud y fortuna para todos en 2002.