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Le séisme

Un titular reiterado hasta la saciedad para describir los resultados electorales en Francia: «seísmo político», desde que figurara en la portada online de Le Monde el domingo a las 20h tras las primeras estimaciones. Poca imaginación en los periodistas, desde luego, aunque no llega a la nula capacidad de previsión que demuestran los analistas del mercado electoral. Se anticipaba una abstención más alta a la habitual por el desinterés de gran parte de los ciudadanos hacia una clase política anquilosada y con poco ‘gancho’, pero la reacción ha tenido otro sentido: ejercer el voto de castigo apoyando opciones minoritarias (como los partidos trostkistas).

Y el voto «castigo» habría sido el determinante del terremoto: el fascista Le Pen pasa a la segunda vuelta de las presidenciales como segundo candidato más votado, eliminando a Jospin. Aunque realmente no ha aumentado tanto el número de votantes de la extrema derecha en comparación con otros comicios: la baja participación y la fragmentación del electorado de la izquierda han pesado mucho más. Tener como segunda candidatura en un país como Francia a un líder xenófobo y extremista como Le Pen es muy triste, pero la responsabilidad de los partidos moderados no puede obviarse. Deberían aprender de esta pequeña catástrofe para contrarrestar estos signos de podredumbre en la democracia.

Lo cierto es que el propio sistema de elección a doble vuelta se ha mostrado bastante contradictorio: consagra el bipartidismo y en cambio plantea el riesgo de que no sean las clásicas candidaturas de izquierda y derecha las que concurran a la presidencia de la República. Puede aparecer el lobo con piel de cordero y cargarse la pluralidad con un discurso que atrae a los descontentos gracias a la socorrida demagogia de derechas. Sin olvidar el componente antisistema, porque también habría que apelar a la responsabilidad del ciudadano votante: no se puede jugar con fuego en unas elecciones o acabaremos quemándonos todos. La corriente racista, antieuropea y antiprogreso tiene más vida en esta Europa de Le Pen. En la mano de los europeos está que no vaya a más.