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Ciudadano Pimentel

El ex ministro de Trabajo Manuel Pimentel está alejado de la política activa desde hace más de dos años, pero mantiene viva la inquietud del ciudadano comprometido políticamente con unas ideas. Artículos publicados en prensa centran la atención de quienes se interesan por sus opiniones; un habitual tono de distanciamiento respecto de la línea oficial del partido en el que sigue militando envuelve casi todo lo que escribe. Es indudable, por tanto, el interés que aún despierta como referente en el panorama político actual. Coyunturalmente, es de destacar la reciente polvareda que ha levantado en el PP andaluz la crítica pública de Pimentel al ‘golpe de mano antidemocrático’ -según sus propias palabras- perpetrado por los dirigentes del partido con la destitución de la dirección del PP de Córdoba presidida por Enrique Bellido.

Por lo visto, Bellido había criticado los hiperliderazgos políticos y pesaban sobre él acusaciones de ‘deslealtad’ al PP por haber disentido de la opinión hegemónica en más de una ocasión. Razones de más para la liquidación fulminante como dirigente local de un partido que tiene en la alabanza continua al líder una de sus aficiones preferidas. En la ‘Carta a Enrique Bellido’ que publicaron varios periódicos, se lamenta Pimentel de que lo único que se tolere en el PP sea «la repetición de los argumentarios oficiales matinales». «Pensar y tener opinión parece peligroso; mucho más productivo es seguir fielmente las consignas», asegura Pimentel: bien lo sabe él mismo, y por esa razón dimitió poco tiempo antes de las elecciones generales del año 2000. Tras su etapa de ministro del Gobierno Aznar, vio claro que debía mantenerse fiel a sus ideas y no caer en la sumisión a la postura oficial del PP en materia de inmigración para poder conservar el cargo.

Desde aquella dimisión se dedica a actividades privadas y sigue defendiendo una sonora disidencia respecto a la política inmigratoria que Aznar está llevando a cabo en esta segunda legislatura. Un año después de la aprobación de la actual Ley de Extranjería, que supuestamente iba a solucionar todos los descontroles de la inmigración de manera impecable, Pimentel seguía considerando en un artículo la maniobra del Gobierno contra la efímera ley del ‘efecto llamada’, que nunca llegó a aplicarse, un profundo error. La estrategia desarrollada por sus antiguos compañeros consistente en asociar inmigrantes a conflictividad ha sido calificada sin ninguna duda por el ex ministro de alentadora del racismo en la población. Lo cierto es que el debate generado en torno a esta cuestión ha estado colmado de mensajes lanzados desde las autoridades con fines electoralistas que favorecen al Partido Popular.

El culmen de este despropósito intencionalmente provocado para crear problemas artificiales en torno a la inmigración es la ristra de datos debidamente manipulados, o nulamente interpretados, que aporta el Gobierno para explicar la pretendida relación entre el mayor número de extranjeros y el problema de la delincuencia. Este es un debate peligroso que además no aporta nada. Y si indeseable es la ‘lepenización’ del discurso de los partidos en relación con este tema, bastante irresponsable es justificar un fracaso en la política de seguridad ciudadana echándole la culpa al chivo expiatorio de la inmigración, como dice Pimentel. No tenía fácil Pimentel sobrevivir dignamente en el Gobierno sin verse obligado a olvidar su visión de la inmigración, limitándose a obedecer: a la manía que parece que le tiene Aznar tras desafiarle con tan llamativa dimisión, se le suma la imagen que tienen de él muchos en su partido de vendido a la oposición y a la izquierda.

Lo cierto es que sus ideas centristas y su talante conciliador ya no están presentes en la impronta que el Partido Popular de la mayoría absoluta dejará en la política española. Que políticos tan libres y tan consecuentes como Pimentel estén fuera de la política activa es más que significativo. Recientemente incluso se permitía expresar en una columna de prensa qué opinión le merece la labor de este Presidente de Gobierno que se afana en crear crispación, alentar recelos y poner dificultades a la convivencia en relación a cuestiones como el nacionalismo vasco, la inmigración o el desempleo. Lo resume en una palabra: irresponsabilidad. (Puedes leer ese artículo aquí)