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La muerte del espíritu

La felicidad humana no puede reducirse a la satisfacción de necesidades puramente materiales. Frente a una vertiente materialista del hombre destinada a cubrir ese sustento básico, existe una inteligencia que José Antonio Marina describe a partir de la tarea que tiene encomendada: ocuparse de las cosas nobles que fundan y despliegan la dignidad. Porque es la dignidad, o la conciencia de esa dignidad, lo que nos diferencia como especie. La sociedad contemporánea está abocada a la pérdida del sentido de la vida humana en un mundo dominado por lo material. Al menos, así lo ven Álvaro Mutis y Javier Ruiz Portella, y de ahí la necesidad de lanzar este Manifiesto contra la muerte del espíritu.

Cuando las actitudes y el pensamiento más están invadidos por el materialismo, se hace imprescindible denunciar la desaparición de “esa inquietud gracias a la cual los hombres son y no sólo están en el mundo”. El hondo calado de este Manifiesto, publicado hace unas semanas en El Cultural, tiene como propósito no sólo agitar la autocomplacencia de más de uno, sino también romper con esa sensación de que la “muerte del espíritu” no importa a nadie. Los pensadores, los sabios de este mundo, están mudos y demuestran una pérdida de capacidad crítica justo en este momento en el que el sentido ético de la vida humana está más amenazado.

Dice Ruiz Portella que esta iniciativa puede servir de cauce al profundo malestar compartido por muchos ante el “desvanecimiento de la belleza” y esta “muerte del espíritu”. Sería bueno que así fuese: el conformismo generalizado y la indiferencia de una mayoría que únicamente busca la felicidad en la vida material, deben impulsar la inquietud de al menos una inmensa minoría. Quizá no sirva para nada, pero alzar la voz para denunciar que nuestro mundo es prosaico y materialista nunca está de más. Tarde o temprano, algo se conseguirá cambiar en la aparentemente inquebrantable línea de pensamiento dominante.