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Esclavos cara al sol

La legitimidad democrática que fue arrebatada a la República por el golpe militar de 1936 fue conservada en el exilio a través de instituciones republicanas que, finalmente, en 1977 traspasaron su simbólico mantenimiento de la legalidad constitucional a las nuevas Cortes democráticas. Si a pesar de los años transcurridos, nuestros representantes están ahí para hacer justicia, reconforta leer noticias como esta: «El Congreso de los Diputados aprobó ayer por unanimidad una declaración para honrar la memoria de los republicanos españoles que fueron condenados a trabajos forzados entre 1937 y 1970, aunque el Partido Popular se opuso a aceptar las compensaciones económicas propuestas por el resto de los grupos parlamentarios». Ya el tema de la justicia económica molesta a algunos, pero al menos no ha quedado este episodio enterrado entre tanta desmemoria histórica.

De reconstruir y divulgar estos hechos se encarga el periodista Isaías Lafuente en su libro «Esclavos por la patria». Nada menos que unas 400.000 personas fueran explotadas por el franquismo en la construcción de numerosas obras civiles, infraestructuras, fábricas e incluso cárceles, por donde tantas víctimas de la represión de la dictadura pasaron. Las manos y el sudor de los presos políticos se rompieron trabajando en ‘valles de los caídos’ por toda España. Ese sacrificio humillante al que fueron sometidos por el régimen constituye una muestra cruel de la vileza que rodeaba el ejercicio del poder fascista. Fueron muy rentables, además, para los intereses de un franquismo autárquico, tal y como explica Lafuente en un artículo sobre los «Esclavos cara al sol». El reconocimiento histórico era necesario para que la memoria, como en otras ocasiones, no quedara incompleta.