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La musa de Hitler

Ha representado durante la mitad de su vida el eterno dilema entre la loa artística a una obra excepcional y el juicio a la persona del artista. Cómo algo tan bello ha podido salir de una manos tan despreciables. Invitada por el Festival de Sevilla, ha presenciado la inauguración de un par de exposiciones en su honor. La cineasta alemana Leni Riefenstahl quizá merece un reconocimiento por su contribución a la historia del cine: algunas de sus películas son indudablemente meritorias y la búsqueda de la belleza en su obra (como en el reciente film rodado por ella misma en arrecifes de coral tras aprender submarinismo ya anciana) merece un elogio. Sin embargo, reconocer su talento no puede devenir en un homenaje a su figura. El «ojo de Hitler» no puede recibir el aplauso de una sociedad que repudia el racismo.

Riefenstahl, que ha cumplido cien años, mantuvo una consciente colaboración con el régimen nazi, hasta el punto de servirle de manera entusiasta con el rodaje del documental «El triunfo de la voluntad» durante el congreso del Partido Nacionalsocialista de 1934. Su papel de propagandista oficial y amiga del Führer la ha llevado a estar justificándose durante años, pero nunca se ha dignado a reconocer ni un atisbo de culpa o responsabilidad, ni arrepentimiento por ensalzar con su arte el régimen más abyecto de la Europa del siglo pasado. Cínicamente comenta que ella no supo entonces lo que ocurrió en los peores momentos del nazismo. O no lo quiso ver. Y si las víctimas del genocidio merecen un respeto a su memoria, ése pasa por no tolerar la actitud de esta anciana nazi que juega con el olvido de aquel horror, que permite que siga reproduciéndose la semilla del racismo.

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Una noticia en un rincón perdido de un periódico dice: «Representantes de colectivos gitanos, como la Unión Romaní de Andalucía, protestaron por la presencia de Riefenstahl en Sevilla». Los descendientes de los gitanos recluidos en un campo de concentración que esta señora utilizó como extras en una película, así como el recuerdo de los judíos, gitanos, homosexuales y disidentes políticos que fueron asesinados por el nazismo, seguro que agradecen este necesario acto de civismo.