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El milagro de la fresa y los contratos de trabajo

Una de las Medallas de Andalucía concedidas este año con motivo del día de la Comunidad ha ido a parar a Antonio Medina, el empresario pionero en el cultivo de la fresa en Huelva. Ejemplos como este deben ser incentivados en esta tierra y en cualquier otro lugar que no quiera quedarse descolgado de las nuevas oportunidades de comercio mundial, de las redes de la economía globalizada. El papel crucial del emprendedor que pone la semilla de la innovación se une al aprovechamiento tecnológico, de capacidades organizativas y de conocimientos para dar lugar a un sector puntal de la economía de la comarca, como es la fresa en esa zona de Andalucía. Situarse a la vanguardia significa también, abrirse a todos, romper fronteras: en los mercados europeos, la fresa de Huelva es líder, y sigue creciendo en volumen de exportaciones. La mano de obra que con su trabajo posibilita este cultivo tampoco conoce fronteras: junto a jornaleros andaluces y de otras comunidades españolas, hay trabajadores comunitarios; en los últimos años, además, el impacto de la inmigración extracomunitaria es creciente. Llegan a los pueblos freseros de Huelva, cada campaña de recogida, inmigrantes de Europa del Este y África.

Magrebí o subsahariano es el origen de una mayoría de trabajadores -muy pocos con papeles- que se mueve por el país en busca de alguna oportunidad en las zonas agrícolas en temporada. Es uno de los fracasos de la política de extranjería, en tanto no se da salida a la regularización o la documentación de muchos inmigrantes les limita geográficamente el permiso. Es inevitable que cada año acudan a estos pueblos. Esta vez también se han dado situaciones no deseables: muchos han tenido que acampar al no disponer de alojamiento, tampoco de comida. La Administración, como denunciaran organizaciones asistenciales, no responde ante el problema humano. Se ven abocados a esta vida precaria al no poder conseguir contratos estables: sólo trabajaran, ilegalmente, días sueltos de la campaña. Algunos empresarios, perjudicando la imagen del sector, recurren a esta vía: trabajo barato de gente desesperada para cuadrar las cuentas. El resto opta por una inmigración que se amolda a sus necesidades, olvidando a los que ya están aquí: es la contratación en origen, sobre todo en países del Este -que pronto estarán en la UE-, de mujeres que vuelven a su país tras la temporada. Unos y otros, con las dificultades legales que enmarañan el mercado de trabajo, son también artífices del milagro de la fresa.