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El partido de Pimentel

En momentos especialmente delicados, intentar ser coherente con lo que se piensa siempre aporta más beneficios que dejarse llevar por la corriente. Manuel Pimentel, tras una larga militancia en el Partido Popular, ha decidido que ahora se daban las circunstancias para expresar su profunda discrepancia con parte de la política emprendida por el Gobierno de Aznar dándose de baja en el partido. Ante la que ha calificado como «guerra ilícita», el ex ministro da un definitivo adiós a un proyecto político que no compartía la independencia con que ha opinado sobre varios temas desde que dejó la política activa. Está claro que no había sitio para la pluralidad de enfoques en un partido en el que «o se estaba al cien por cien de acuerdo con lo que decía Aznar o se estaba contra él, y de paso contra el PP y contra España», como dice Pimentel. Las dimisiones y el malestar de otros militantes del PP evidencian los problemas de una organización que no favorece el debate en sus propias filas. Un funcionamiento interno poco democrático que hace que muchos no comprendan o se vean imposibilitados para influir en la postura del partido, férreamente unido en torno a las decisiones del Gobierno en el apoyo a Bush contra Irak. Las posiciones centristas de gente como Pimentel están en el punto de mira del sector oficial del PP. Y ya vemos cuál es la consecuencia: abandonan quienes tienen una visión más conciliadora de la política.

El liderazgo de Aznar ha construido alrededor toda una maquinaria de la crispación. Incluso cuando los errores cometidos son tan evidentes que se exigiría un mínimo de autocrítica, la reacción al uso es atacar a todo discrepante, descalificar a los adversarios políticos e insultar a los ciudadanos que protestan. Ahora que Manuel Pimentel deja el partido al ver imposible que se corrija esta deriva intransigente en el PP, debe ser todo un elogio para él que desde los templos del sectarismo lo ataquen con acusaciones de ‘traición’ y ‘deslealtad’. Algunos expertos en no enterarse nunca de nada minusvaloran ahora la figura de Pimentel, sobre todo en el PP andaluz, y poco les falta para hacer vudú con el ‘centrismo’ que en su día ese partido tomó como bandera: sólo están complacidos cuando se extrema la beligerancia contra todos sus enemigos. Los lectores que normalmente se regocijan con el resentimiento hacia la izquierda de, pongamos por caso, Ussía o Alonso de los Ríos son quienes más celebrarán quitarse del medio a Pimentel. La derecha española vive unos momentos difíciles en los que sólo esos ideólogos de la ‘pureza’ de sus propias posiciones sectarias van a sacar tajada. No permiten disensos o aventuras centristas. La moderación la dejan para los pusilánimes. Todo el odio puesto sobre la mesa, porque sólo así combatirán a sus fantasmas particulares. Esa es la consigna.

Respecto a la postura sobre la guerra de Irak que ha desencadenado el abandono de Pimentel, es cierto como él mismo asegura que «no se trata de un desvarío de su presidente, se trata de toda una línea estratégica de partido». El apoyo contra la legalidad internacional, los bombardeos sin el aval de la ONU y, en fin, la injusticia manifiesta de esta operación liderada por EEUU y con el Gobierno español de comparsa, son los elementos de incomprensión muy graves que ahora tiene el PP con gran parte de su electorado. El programa de gobierno con que ganaron la mayoría absoluta no hablaba de este cambio de rumbo en la política exterior, aunque ahora pretenda Aznar que con este papel internacional tan patético va a «sacar a España del rincón de la Historia». Contra el europeísmo de muchos ciudadanos que confiaban en el Gobierno para edificar una política común en la UE, Aznar apuñala por la espalda cualquier posibilidad de consenso en la Unión de la mano de los ‘halcones’ domésticos que han orientado esta nueva estrategia proamericana del PP. Con el aliento de, por ejemplo, Florentino Portero o algunos ideólogos del Instituto Elcano como Rafael Bardají que tanto escriben en la prensa afín, para enterrar una visión europeísta de las relaciones exteriores con la doctrina del apoyo incondicional a Washington hasta sus últimas consecuencias. Se agradece conocer que este no es ya el partido de Pimentel.