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La ONU y los nuevos «defensores» de la legalidad internacional

Es indudable que el momento actual de la fase prebélica pone a las Naciones Unidas en la situación más difícil de su último medio siglo de historia. ¿Está a punto de morir como institución multilateral? No necesariamente. La falta de consenso en el Consejo de Seguridad es quizá vista como una tentativa para aplicar la eutanasia al actual sistema de decisión, que sólo se consumaría si las principales potencias no son capaces de acordar en el futuro una reforma. Sin embargo, es evidente que la propia guerra unilateralmente decidida por EEUU sí supondría un asesinato de hecho de la ONU en tanto ruptura flagrante de la legalidad que ella ampara y los demás países miembros son incapaces de proteger por sí mismos. No hay ‘comunidad internacional’ sin EEUU, y tampoco habrá en la práctica ONU a partir de ahora si no se restaura la vinculación inviolable de compromiso de la potencia hegemónica con el órgano de decisión legítimo de las Naciones Unidas. El sistema de seguridad colectiva que tenemos no saldrá de esta crisis indemne. Porque el apoyo o no a la política de la Administración Bush se convierte en irrelevante ante la inexorabilidad de una guerra planeada desde hace meses, y eso es grave: el poder de decisión de la ONU fenecerá ante la sensación de que entre todos la mataron y ella sola se murió.

Si finalmente la diplomacia internacional no ha podido evitar este ataque inminente, arrastraremos la carga en el futuro de que cualquier cosa que hagamos con la ONU será sustraerla de lo que ha sido su objetivo hasta el momento: mantener la paz. Si no muere, será porque el hábil trabajo de los actuales dirigentes sabrá amoldarla a unas circunstancias y a una correlación de fuerzas que ya nunca serán iguales. Frente al derecho, la política de los hechos consumados hace que la posición de Francia, Alemania y Rusia se tambalee por una fina cuerda de equilibrista. La impotencia de quienes son socios y amigos de EEUU dejará a medio mundo con la contrariedad del cornudo y además apaleado. ¿De qué sirve que se apruebe una nueva resolución sobre Irak tras la 1.441? La responsabilidad de la misión del desarme recae sobre EEUU en tanto afronta el pulso con Saddam Hussein como un objetivo de defensa de su seguridad interna. Sin embargo, ahora el Consejo de la ONU se ve ante la tesitura de aprobar un ultimátum contra Irak. Son los países que se han opuesto a la salida bélica, con tan buenas maneras como sus intentos de alcanzar un desarme pacífico deseado por la opinión pública les permitían, quienes reciben otro ultimátum igualmente perverso: si el acuerdo del Consejo no es un acatamiento de la decisión de Bush, éste se estará suicidando políticamente.

Porque el objetivo que se plantea el Pentágono es resguardar la guerra en Irak, con un cambio de régimen imposible de avalar por la ONU como principal consecuencia, bajo la legalidad internacional. Si Irak es una amenaza, hay que desarmarlo por la fuerza: ellos están dispuestos a ir ya a hacerlo. Pero la ‘buena voluntad’ de Blair y Aznar tratando de convencer a todos de que hay que respaldar al amigo americano pone en bandeja a los disconformes países ‘pacifistas’ el mantener un procedimiento dentro de los cauces legales de Naciones Unidas. O lo tomas -cedes ante la presión de los acontecimientos de la lógica del desarme iraquí- o lo dejas -y estarás traicionando la voluntad de legalidad. De tal manera que los aliados ‘halcones’ de Bush se convierten en nuevos vigorosos ‘defensores’ de la legalidad internacional… hasta que terminan por romperla. Porque la nueva premisa dominante del orden mundial es que las acciones de EEUU y su ejército global son la base de cualquier legalidad ‘posible’ y ‘conveniente’ para todos. Esa es la norma del cambio de rumbo de un Washington habitado por gobernantes que buscan perpetuar su poder sin dar opciones a los demás. Hay que ser conscientes de que han renunciado a ganarse una legitimidad ante el mundo basada en valores para pasar a imponer su orden mundial con la ‘legitimidad’ de la fuerza bruta.