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Washington lanza una OPA (hostil) sobre Bagdad

Aún vivimos la confusión propia del frente de batalla, lo cual nos hace difícil pronosticar los plazos de las próximas fases de la guerra y el ‘cese de hostilidades’ definitivo tras la ocupación de Irak. El riesgo de la guerrilla urbana, o posteriormente el de los atentados suicidas, no se medirá sólo en vidas, sino que complicará hasta extremos impensables la policial labor de estabilización de posguerra. A pesar de ello, debemos ocuparnos ya también de la tramposa pugna diplomática que, con ocasión de la «reconstrucción», aún tiene que mover muchos hilos del escenario post Saddan en este conflicto. Aunque, como era de esperar, las oportunidades más concretas para recomponer la justicia violada con esta agresión militar no van a salir adelante: como en otras ocasiones, no se hace nada ante el uso de bombas ‘de racimo’, cuyos efectos son tan repugnantes como la actitud de los gobiernos que no se suman a la prohibición de este tipo de armas; la ilegalidad de está intervención auto-proclamada en su nombre por los tres de las Azores, no encontrará respuesta de una comunidad internacional fracturada y acomodada en lo ‘políticamente conveniente’ de las relaciones diplomáticas; la sucesión de muertes civiles desembocada por esta invasión ilegítima del territorio iraquí pasará al inventario de horrores del ‘imperio’ más odiado en el mundo, pero nunca como los crímenes de guerra que son. El remate de esta desvergüenza vendrá cuando asistamos al desenmascaramiento ilícito, políticamente irrelevante y casi con toda seguridad manipulado de las armas ocultadas por Saddam Hussein. ¡Qué perverso, si aún será verdad que escondía armas! Todo ello para legitimar inútilmente esta barbarie.

Estamos en los momentos previos, de asedio a las ciudades, que van a dar lugar a la toma de éstas y al asalto definitivo a la capital. En Irak se está llevando a la práctica la OPA lanzada sobre Bagdad: desde el gobierno de Bush se ha planeado con tanto detalle la ocupación del país como su administración posterior. Será un nuevo mercado ganado para la economía occidental. Pero, ojo, las cosas no se pueden hacer de cualquier manera, puesto que los 258.000 millones de dólares de coste estimado de esta guerra no se pueden despilfarrar. Nada menos que el 4% de la última partida aprobada en el Congreso de EEUU iba para ayuda humanitaria. Generosidad sin límites de unos políticos de Washington que, tras dar la espalda a la ONU, le preparan un futuro papel en Irak como ONG humanitaria. Porque de la reconstrucción ya se encargan ellos. El dinero invertido debe servir para lo que estaba destinado: redistribuir los fondos desde el déficit que pagará el ciudadano medio hacia la industria militar y los empresas beneficiadas por trabajos en Irak. Y por supuesto: los países cobardes que no se han sumado a los ‘liberadores’ del pueblo iraquí como Francia, Alemania y Rusia no podrán participar en los contratos. Esa difícil tarea de reconstrucción, y el pago mediante el petróleo rescatado de las garras de Saddam, serán responsabilidades del nuevo gobierno de Bagdad. Que para consumar la OPA lanzada a golpe de dentellada propia de tiburón bursátil, deberá ser liderado por EEUU. No hay que complicarse la vida con discusiones -incluso entre «aliados»- sobre la posibilidad de una administración de la ONU. Su papel será, en todo caso, bendecir lo ya decidido por el Gobierno Bush.