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Corea del Norte y los negocios de los amiguetes de Bush

Mientras en Irak siguen sin aparecer las armas de destrucción masiva, las miradas están puestas en el armamento y en la capacidad de defensa de los países involucrados en nuevas posibles batalla de la ‘war on terror’, la cruzada de la Administración Bush y sus acólitos humanitarios. Junto a la incógnita de Siria o la arriesgada pieza iraní de la ‘reorganización’ americana del mapa de Oriente Medio, está el régimen estalinista de Corea del Norte. Los asesores belicistas de Washington ya han marcado con insistencia las escalas necesarias para acabar con el ‘eje del mal’. Aunque la prudencia que el tiempo impone al Pentágono, con la urgencia de recomponer un mínimo consenso en la ONU y la necesidad de mantener los apoyos recibidos en la guerra iraquí -escasos pero ciertos- en el futuro, hace que ahora todos los esfuerzos se centren en la posguerra y la administración de Irak. Cuando las encuestas a escala mundial reflejan que la operación militar de EEUU sigue sin convencer, toca demostrar la capacidad para sacar adelante un país con los criterios neocoloniales tan en boga e instaurar la libertad de nuevo en Irak… aunque no sabemos de qué modo si al mismo tiempo pretenden mantener a raya a los chiíes.

Como piensa la mayor parte de la opinión pública, esta guerra quizá no haya sido lo más conveniente para la seguridad y la democracia en el mundo, pero desde luego sí para la cuenta de resultados de las empresas que han obtenido contratos. El mantenimiento del orden es tarea de las diversas potencias ocupantes que Bush mira con más simpatías, y que recibirán como premio las subcontratas. Sin embargo, los primeros trabajos de reconstrucción civil y económica ya fueron adjudicados a dedo a empresas como Halliburton o la multinacional Bechtel (600 millones de dólares, ésta última), vinculadas a Dick Cheney y otros ex altos cargos del Gobierno, en un pintoresco ejemplo del llamado acertadamente ‘capitalismo de amiguetes’ que tanto gusta a estos adalides de la libertad. Tras el episodio iraquí y el posible ridículo de la operación de desarme, es probable que llegue a nuestras pantallas una nueva amenaza: la de los siniestros norcoreanos que esclavizan a su pueblo con el arma del comunismo, pero que son malos porque tienen armas nucleares -no por mantener un régimen tan cercano al imaginado por Orwell con el tirano Kim Jong Il al frente. También en este caso la estela de los negocios sobrevuela una crisis política.

Como hemos conocido por un artículo de The Guardian firmado por Randeep Ramesh, una empresa en cuya dirección figuraba el actual secretario de Defensa estadounidense, el simpático Donald Rumsfeld, se benefició de un contrato de 200 millones de dólares con la venta de dos reactores nucleares a Corea del Norte en 2000. Un par de años más tarde, el país entra en el ‘eje del mal’ por sus intentos de fabricar bombas atómicas. La política de disuasión de la época Clinton permitió el negocio con el gobierno de Pyongyang por parte de la transnacional de ingeniería ABB, con Rumsfeld como director. Se pretendía apaciguar al régimen norcoreano tras la crisis nuclear de 1994 con el restablecimiento diplomático, y la venta de estos reactores eran un elemento más de la cooperación económica en favor de las infraestructuras del país. Pero con el jugoso contrato de la empresa del ahora ‘halcón’ del Pentágono se ha permitido a Corea del Norte la producción de plutonio, elemento que tan solo necesitará ser enriquecido para que les sirva en la fabricación de armas nucleares. La nueva política de Bush consiste, básicamente, en reconocer como un error la confianza depositada en Pyongyang y mantener las espadas en alto.

Tras los acuerdos con Clinton, en la etapa de los ‘países gamberros’ la Administración estadounidense ha lanzado mensajes suficientemente claros como para que el régimen de Kim Jong Il se haya visto en la tesitura de mostrar de nuevo su fuerza, abriendo otra vez una posible crisis nuclear. La amenaza es grave, y el riesgo que EEUU ve en esa península asiática, tan cerca de Japón y China y tan lejos del petróleo, donde también está Seúl como aliado, han llevado a una negociación diplomática. Pero la sensación que deja a todo el mundo este episodio es que la industria occidental no hace otra cosa que armar regímenes dictatoriales para después declararles la guerra, ‘liberar’ a su pueblo y reconstruir el país para mayor gloria de las empresas amigas. Esta fórmula del negocio sobre negocio, con la política exterior de Estados Unidos como pretexto, puede volver a repetirse. La seguridad mundial es el objetivo que alegan los gobernantes cuando administran los ‘peligros’ con tal tino que los beneficios de algunas grandes corporaciones siempre sean óptimos. La sucia relación entre negocios y gobiernos deja a pocos intactos, incluido el amigo Ánsar. Aunque ahora The Economist se ha fijado en el caso más escandaloso, al argumentar que Berlusconi no es digno de presidir la UE… Lo peor es que ya lo sabíamos.