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La carrera del euro

Cuando alcanzamos el segundo aniversario de la llegada física del euro a los bolsillos de los europeos, la moneda única se encuentra en una más que discutida posición. Un movimiento natural del mercado de divisas, o bien la convergencia de intereses de ciertos financieros con algunos estrategas de la política cambiaria, coloca al euro en máximos históricos respecto al dólar, con un cambio en torno a 1’25. En un relativamente corto periodo de tiempo, hemos asimilado bastante bien el fenómeno del cambio de moneda y sus circunstancias. Si bien es cierto que de manera desigual, en lo relacionado con aspectos que superan lo estrictamente económico. Por una parte, la sociología del euro tiene aún un largo recorrido por delante: pasarán un par de generaciones hasta que la peseta sea olvidada casi por completo, aunque no es desdeñable la rapidez con que hemos incorporado el euro y su valor a la vida cotidiana. Destaca, por cierto, en lo referido a las denominaciones populares del euro, la investigación llevada a cabo por José Antonio Millán y que plasma en el artículo «Euro: el aerolito lingüístico» (formato pdf, en la revista Marges linguistiques). Y, por otra parte, está un campo en el que no podemos dejar de jugar quienes presumimos de europeístas: el político, donde el cambio del euro se asumió más rápidamente y cualquier hecho, variación en el mercado de divisas o decisión del BCE, viene a modificar las expectativas sobre el futuro de este pilar monetario de la construcción europea.

Para que la UE no sea únicamente una ‘unión de mercaderes’, el euro tiende a ser contemplado por quienes no podemos dejar de creer en el proyecto utópico del europeísmo como una primera piedra que permita la integración política en otros ámbitos -con la promulgación de la Constitución Europea como etapa de avituallamiento y posterior acelerón en la carrera de la UE- y, también, como elemento de clarificación de las relaciones internacionales del mundo multipolar que la diplomacia europea anda diseñando en sueños desde la caída del muro de Berlín. En ese sentido, la escalada del euro en su tipo de cambio con el dólar está confirmando que la moneda de la UE desempeña desde este pasado año un papel de competidor por el liderazgo mundial. El terreno que en el intercambio de divisas y la expansión comercial se le arrebate al dólar estadounidense va a simbolizar la magnitud de la apuesta que los europeos hacen por enfrentar la hegemonía unilateral de EEUU en un futuro en el que la estabilidad vendrá dada por el equilibrio de fuerzas entre distintas áreas regionales, con Europa en un papel protagonista. Ahora, sin embargo, hay un riesgo coyuntural por la discutida posición de la que hablaba al principio: puede llegar un momento en que una revalorización excesiva del euro perjudique las exportaciones europeas, y en consecuencia la pujanza económica de la UE. La recuperación de la eurozona, dependiente de la locomotora alemana para competir con EEUU, no se puede hacer castigando monetariamente al sector exterior.

La integración comercial en Europa tiene como objetivo también la búsqueda de un liderazgo económico en los mercados globales: esto significa que un euro que ayude a una depreciación ‘interesada’ del dólar no está favoreciendo a la economía de la eurozona a largo plazo aunque en el corto implique preferencia por nuestra moneda. Porque, mientras tanto, es la balanza comercial de EEUU la beneficiada. Debidamente reformado, las instituciones de la UE deberán resucitar un Pacto de Estabilidad y Crecimiento dinamizador del compromiso de los Estados con la integración europea. Es éste el punto de encuentro necesario para revitalizar la confianza. Al margen del comportamiento del euro en los mercados, la fortaleza de la Unión se conseguirá cuando los acuerdos no sean vulnerados en función de a quién afecten ni haya ocasión para actuar a la defensiva con los intereses nacionales como prioridad. Igual de contradictorio con el interés común europeo puede ser un núcleo duro franco-alemán, interpretando los pactos a su favor, que unos gobiernos actuando por su cuenta en sus relaciones con EEUU y encastillados en posiciones nacionales, como se ha visto el pasado diciembre en la fracasada negociación sobre el reparto de poder en la Constitución. Puede llegar a ser engañoso el vigor que presenta estas semanas el euro en su batalla con el dólar, puesto que lo verdaderamente decisivo para la UE es continuar la construcción del edificio común de la UE, sin dobles velocidades ni ‘caballos de troya’ antieuropeos.