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Inmortal Valderrama

La tarde del pasado miércoles 14 de abril me senté frente al televisor. Casualidad o no, ese día era el aniversario de la proclamación de la II República española. Emitían en Canal Plus una entrevista a un personaje singular que, como tantas otras veces, nos reveló que tras su imagen de mito de la canción aguarda una persona querida por quienes lo conocieron. La entrevista estaba grabada desde hacía tiempo y tiene la particularidad de emitirse bajo el nombre «Epílogo». Unos periodistas realizan una serie de programas sobre hombres y mujeres destacados en los que los mismos protagonistas responden a preguntas con las que dan un repaso a su vida. El programa no se emite hasta que la persona muere. Dos días antes de ese miércoles había muerto Juanito Valderrama. El ‘epílogo’ de Valderrama fue como cualquier entrevista de las que le hicieron en los últimos tiempos de sus 87 años de vida. Cuando dan la oportunidad a los entrevistados de decir algo que no se emitirá hasta que no esté muerto, muchos tienen la tentación de realizar el último ajuste de cuentas, contar su última verdad o dar esa opinión que sólo verá la luz cuando nadie te la pueda reprochar. Juanito Valderrama, sin embargo, no tenía necesidad de ello; quizá porque siempre dijo lo que pensaba y ya había dado tiempo durante su vida a que muchos de quienes le criticaban fueran puestos en su sitio.

Juanito Valderrama fue uno de los grandes del flamenco, aunque para llenar teatros y sobrevivir en el mundo del espectáculo entregó gran parte de su vida a la copla. Su figura es la de un Sinatra de la España de la posguerra y su maestría nadie la puede negar, se esté o no cerca de su estilo musical. La copla es quizás uno de los géneros más maltratados. En la actualidad vive más de glorias pasadas que de nuevas realizaciones, aunque poco a poco se ha podido ir rehabilitando su imagen a salvo de aquella referencia como banda sonora de las décadas más oscuras de la historia reciente. Valderrama triunfó en España y también en América. Superó el tópico y llevó su música hasta el último rincón del país para alegrar la vida de los duros años 40 y 50 en una tierra herida por la guerra civil y por la consolidación del régimen victorioso. Hasta los que no tenemos edad suficiente para siquiera haber vivido las décadas inmediatamente posteriores podemos reconocer que su voz es ya parte de la memoria sentimental de España. Y lo seguirá siendo mientras alguien recuerde a su madre o a su abuela canturrear sus canciones al tiempo que hacía las faenas de la casa. El cantaor nacido en Andalucía sobrevive a su persona: Juan Valderrama es ya inmortal en la memoria de varias generaciones.

La copla se convirtió en la música del régimen a pesar de popularizarse precisamente durante los años de la República. Mucho peso tiene sobre esta sociedad la negra historia de la dictadura si atendemos a que aún no ha desaparecido para algunos el estigma franquista de este género. Ridículo es asociar la copla tanto a una ideología como una rancia memoria del franquismo más abominable. Era la música del pueblo y no la del dictador, por mucho que le gustara a éste una canción como «El emigrante». Enorme paradoja. Juanito Valderrama fue considerado injustamente durante la posguerra cantaor del régimen, pero la verdad era otra: había estado en el frente en el ejército que defendió la República y fue uno más de quienes, tras la guerra, tuvieron que callar sus ideales. Decía que siempre se había sentido de izquierdas. Cuando empezó a ser más conocido compuso su copla más popular, esa que Franco decía que era muy patriótica, dedicada al emigrante. Pero no eran los emigrantes, sino los exiliados por la victoria del franquismo, los destinatarios de la letra que compuso Valderrama: «Cuando salí de mi tierra / volví la cara llorando / porque lo que más quería / atrás me lo iba dejando». Copla de exilio y de dolor que puso música a tantas voces calladas.