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La nación de Bush y la América cosmopolita

La reelección de George W. Bush en la presidencia de los EEUU ha desconcertado a buena parte de la ciudadanía europea que, al margen del hecho de que prefiriera mayoritariamente al candidato Kerry, esperaba un resultado más ajustado en la elección presidencial. La victoria de los republicanos ha evidenciado que, en el viejo continente, no controlábamos todas las claves de la realidad norteamericana. El conocimiento superficial, sobre todo a través de los medios de comunicación, hizo creer que la base electoral de Bush no tenía margen de crecimiento. Pero lo único cierto tras el dos de noviembre es que se ha convertido en el presidente respaldado por un mayor número de votos en las urnas. Cómo será el segundo mandato de Bush, es todavía una incógnita; aunque el apoyo abrumador a la gestión pasada hace temer, justamente, cuatro años de más de lo mismo. Según las encuestas posteriores, el verdadero motor del voto republicano ha sido la defensa de los valores tradicionales. El factor económico y los deseos de cambio no fueron suficientes para Kerry, a pesar de obtener el apoyo claro de los sectores afines a los demócratas, frente a la marea cristiano-conservadora que ve en Bush la mejor opción por motivos de fe y de seguridad en la defensa de la nación, la familia y la libertad individual.

La fractura de la sociedad estadounidense ha sido resaltada por la mayoría como un signo evidente de confrontación al máximo nivel de dos Américas, dos formas de entender la democracia en EEUU. Territorialmente, el país está dividido entre la costa este, el norte industrial y los estados del Pacífico, por un lado, y la que ha sido llamada la ‘América profunda’, por otro. En la primera zona -más cosmopolita- domina el voto demócrata; en la segunda, el republicano. Cualquier generalización que se haga en función de las características de unos y otros estados pasa por alto al electorado del partido que queda segundo, pero permite trazar un perfil en absoluto desdeñable del votante de cada candidato. Que Bush gane gracias a los ciudadanos de la ‘América profunda’ no quiere decir que todos sus apoyos provengan del prototipo de granjero conservador y cristiano ‘renacido’, pero sí que las preferencias políticas dependen en buena parte del modo de vida y el entorno social. El partido demócrata tiene un mayor respaldo en las estados más poblados, las grandes ciudades y las zonas con mayor peso industrial. Los republicanos ganan en las áreas rurales, semirrurales y en las ciudades medias, sobre todo del sur y el oeste. La movilización por el cambio que consiguieron activar los demócratas sólo fue realmente efectiva allá donde ya tenían asegurado el voto, con especial incidencia en la clase media urbana.

La división no se corresponde exactamente con la dialéctica campo-ciudad, pero refleja sentimientos arraigados en unos votantes que actúan en respuesta al comportamiento de la mitad del país que no es como ellos. En la América metropolitana, el voto demócrata implica la afirmación de unos determinados valores, asociados con la modernidad, frente al tradicionalismo de la ‘América profunda’. En el interior rural, votar a los republicanos es defender un modo de entender la vida que se contrapone a las ideas de los ‘liberales’ de la costa este. El recelo hacia la ciudad tiene una larga trayectoria en el partido republicano. No existe algo equivalente en una Europa más unida a sus ciudades. En el fondo del conservadurismo estadounidense late el apego a la comunidad local como fuente de pureza: valores morales tradicionales, seguridad frente al exterior y castigo a la diferencia. En cambio la ciudad permite justamente lo contrario, como máxima realización de la sociedad abierta. Escribía hace poco Daniel Innerarity sobre el miedo a la ciudad: «Las posibilidades liberadoras de la vida urbana tienen que ver con esa cultura de liberalidad, complejidad, hibridación, diversidad, emancipación, comunicación, hospitalidad. La ciudad ha constituido siempre un lugar de sorpresas y polifonía frente al espacio homogéneo y controlable que algunos imaginan encontrar todavía en una idealizada vida rural».