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El futuro de China

Sabemos todavía muy poco sobre lo que se cuece en China. La gran nación que parece destinada a convertirse en la superpotencia del siglo XXI nos pilla a los occidentales con una deficiente visión sobre las implicaciones globales de su desarrollo. En general, se contempla a China desde planos parciales: peso político en Asia, economía de alto crecimiento, pujante influencia cultural. Quizás se considera que el futuro del continente chino estará condicionado por demasiadas incertidumbres, derivadas principalmente de la difícil evolución del sistema político dictatorial, del insostenible salto a un desarrollismo depredador con el medio ambiente o del conocido problema poblacional. Pero, a pesar de los obstáculos que se encuentre por el camino, no hay duda de que el papel de China como actor global en el juego de las grandes potencias será destacado. Habría que empezar a construir una visión integral de lo que ello supone: China se colocará al mismo nivel de influencia sobre el resto del mundo que actualmente ocupa EEUU o en menor medida Europa. El mundo multipolar será casi una realidad obligada, no una teorización sobre el equilibrio de fuerzas tras la caída del bloque soviético. China deberá elegir el modelo de liderazgo que quiere ejercer y los demás deberán afinar las relaciones que mantienen con el gigante asiático.

El PIB chino superará en las próximas décadas al de varias economías desarrolladas. Llegará un momento en que la producción de aquel país supere a la estadounidense. Será un hito pero también algo más: la constatación de que el papel de gran fábrica global que en estos momentos lleva el crecimiento económico de China a cifras espectaculares le servirá para auparse a un liderazgo mundial. Tal cosa se producirá con gran parte de la población en condiciones de subdesarrollo, tremenda paradoja que evidencia las luces y sombras del modelo de capitalismo adoptado, que sitúa a China a caballo entre dos sistemas. El éxito se explica, en cualquier caso, por la aplastante realidad de los números: su demografía es argumento más que suficiente para el mercado de capitales. China atrae y seguirá atrayendo inversiones por la doble realidad de ser una competitiva fuente de mano de obra y, al mismo tiempo, una floreciente sociedad de consumo. Si actualmente son 1.300 millones de chinos los que sostienen a su país, a mediados de siglo serán unos pocos centenares más. La llamada política del ‘hijo único’ terminará siendo reconocida como un éxito, al retener la superpoblación, y un acierto aún mayor como medida demográfica a aplicar en países que se encaminan al desarrollo si finalmente el propio desarrollo sirve como regulador automático de la natalidad y estabiliza la población.

De la creciente competencia de China en cada vez más sectores, se derivan pérdidas de empleo industrial en los países desarrollados. El fenómeno de la deslocalización ha adquirido rasgos particulares cuando la liberalización del comercio mundial favorece especialmente a la manufactura asiática: se habla del ‘peligro chino’, no se sabe bien si como competidor o como modelo laboral que muchas industrias tendrían que adoptar en Europa para evitar su desaparición. Es indudable que muchas noticias que nos llegan sobre la influencia china en la economía global generan inquietud. Casi nos ha cogido por sorpresa, por ejemplo, que China salga de compras por el mundo. Un fenómeno imparable que demuestra la capacidad de algunas corporaciones de aquel país para adquirir empresas occidentales: la compra más emblemática seguramente haya sido la de la división de ordenadores personales de IBM. China está invirtiendo en todas las áreas regionales claves, sobre todo en algunas -como América Latina- que le aseguran el acceso a materias primas. Sin embargo, la economía del yuan no es lo único que suscita preguntas sobre su evolución futura. La gran incógnita es la China política. La duda es qué pasos serán capaces de dar los dirigentes y la propia sociedad china para compatibilizar su papel de potencia mundial y una situación interna que se caracteriza por una actual falta de libertad.

Un comentario

  1. Anónimo Anónimo

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