Saltar al contenido

Cuando Nepal es noticia

Cualquiera que se acerque de manera inocente a la actualidad internacional que reflejan los medios de comunicación, con el objeto de analizar el origen geográfico de las noticias que preocupan al mundo, no puede sino llevarse la impresión de que éste es un mundo de locos. Hay países que virtualmente no existen para la mayoría de los periódicos o los noticiarios: nunca ocurre nada en ellos que merezca siquiera un breve en el bloque de información internacional. La evidencia de que todo gira en torno a las potencias políticas de turno y los conflictos armados con más ‘glamour’ mediático es suficiente para demostrar que muchos rincones del planeta sólo adquieren relevancia informativa cuando la anormalidad irrumpe en su escandalosa normalidad. Un país como Nepal, por ejemplo, nunca podrá ser noticia por tener uno de los niveles más altos de pobreza. Es un país peculiar, situado en plena cordillera del Himalaya, que muchos conocerán por las expediciones hacia las cimas de los ‘ochomiles’. Sin embargo, el entorno político en el que viven sus más de veinte millones de habitantes importa lo mismo que conocer cuál es su renta per cápita. Nepal da el salto a las portadas cuando la noticia es suficientemente llamativa: así ha ocurrido con los recientes sucesos en el país. La monarquía constitucional ha dado paso, tras el golpe de Estado ejecutado por el propio rey, a un régimen sin libertades y que se sostiene en la fuerza del ejército leal a la monarquía.

El conflicto enquistado de Nepal se llama lucha contra la guerrilla maoísta que controla buena parte de las zonas rurales del país. Desde 1996 han sido unas 9.000 las víctimas de los ataques ‘rebeldes’, e intensa ha sido la campaña de represión del ejército ‘real’ de la monarquía nepalesa. Derrocar al rey, como representante de las castas poderosas del país, es el objetivo único de los maoístas que utilizan la violencia para controlar el territorio. El enfrentamiento con las fuerzas armadas ha hecho que se esfume cualquier esperanza de respeto por los derechos humanos, mientras las negociaciones de paz han ido de fracaso en fracaso. El pasado 1 de febrero se declaró el estado de excepción, que finalmente ha derivado en un golpe de estado autoritario del rey Gyanendra que asume todos los poderes. La historia reciente de Nepal está marcada por los intentos de instaurar una democracia constitucional, en varias ocasiones fracasados por el papel autocrático reconocido al rey. Desde 1990 existía un sistema de partidos políticos que ha sido ahora suspendido, en principio temporalmente, aunque la experiencia muestra que la restricción de las libertades puede prolongarse. En el exterior los analistas subrayan como determinante el hecho de que los maoístas «no sean lo suficientemente fuertes para ganar la guerra, ni lo suficientemente débiles para perderla», lo que ponía al gobierno nepalés en una difícil situación. Ahora el gobierno legal está derrocado.

El apoyo de potencias como EEUU y Reino Unido, antiguo imperio colonial esta última, hace que sobreviva la monarquía incluso después de los sucesos de hace cuatro años, cuando el heredero al trono de Nepal masacró a su familia y ocasionó una crisis política. El actual monarca es el tío del príncipe que asesinó a toda la familia real. Y no ha dudado en sustituir el gobierno por uno nombrado por él mismo con la excusa de que el anterior era incapaz de resolver el problema terrorista. La legalidad pisoteada por la emergencia de la seguridad: la situación del país ni siquiera ha urgido a cuidar las formas de lo que es un golpe en toda regla. El historiador Henry Kamen, que tiene por línea materna vínculos con el pueblo gurkha del Nepal, ha escrito sobre la crisis un artículo en el que señala el apoyo que recibe el rey Gyanendra de países de la zona. Especialmente de China, que también está preocupada por la represión de actividades terroristas. Los que se hacen llamar maoístas siguen el ejemplo de grupos como Sendero Luminoso, pero no son bien recibidos en la patria de Mao. El impacto de la violencia en este área del mundo eleva las precauciones ante la extensión del terrorismo como método de lucha política. En unos momentos en los que se ha situado el problema terrorista como prioridad internacional, el caso de Nepal bien puede servir como grave aviso. La mayor victoria que puede obtener la violencia es que la tarea de su erradicación se lleve consigo la democracia.

Un comentario

Los comentarios están cerrados.