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Tres actitudes ante la Constitución Europea

El Tratado por el que se establece una Constitución para Europa fue aprobado en junio de 2004 en Roma. El proceso abierto entonces es el de su ratificación por los gobiernos y por los ciudadanos que están llamados a votar el texto en las urnas. El Tratado recoge el legado de los tratados anteriores y sirve para relanzar la idea de una unión política sólida en Europa. Se trata de dejar atrás el escenario de una simple unión de intereses económicos. De un lado, la actitud que se puede manifestar ante este reto que se marca la UE es la de esperar que los valores compartidos por todos los europeos queden garantizados por lo establecido en esta Carta Magna. Artículo 2, sobre los valores de la Unión: «La Unión se fundamenta en los valores de respeto de la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de Derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres». Artículo 3: «La Unión tiene como finalidad promover la paz, sus valores y el bienestar de sus pueblos».

Los objetivos que establece el Tratado constitucional son acordes con las aspiraciones políticas de la mayoría: «La Unión ofrecerá a sus ciudadanos un espacio de libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores y un mercado interior en el que la competencia sea libre y no esté falseada. La Unión obrará en pro del desarrollo sostenible de Europa basado en un crecimiento económico equilibrado y en la estabilidad de los precios, en una economía social de mercado altamente competitiva, tendente al pleno empleo y al progreso social, y en un nivel elevado de protección y mejora de la calidad del medio ambiente. Asimismo, promoverá el progreso científico y técnico. La Unión combatirá la exclusión social y la discriminación y fomentará la justicia y la protección sociales, la igualdad entre mujeres y hombres, la solidaridad entre las generaciones y la protección de los derechos del niño. La Unión fomentará la cohesión económica, social y territorial y la solidaridad entre los Estados miembros. La Unión respetará la riqueza de su diversidad cultural y lingüística y velará por la conservación y el desarrollo del patrimonio cultural europeo». Sin embargo, emerge por otro lado una actitud recelosa de la voluntad de los gobernantes para hacer funcionar de verdad la Unión con planteamientos supranacionales y plenamente democráticos. El reparto de poder entre las instituciones es más equilibrado, con el refuerzo colegislativo del Parlamento, pero no muy satisfactorio.

Como síntesis de las dos actitudes anteriores, nace la aprobación con criterios pragmáticos del Tratado que representará un paso decisivo en la integración europea, a pesar de ser un acuerdo de mínimos. En el fondo, la actitud no muy entusiasta de muchos se resume en considerar la Constitución un avance imprescindible pero no suficiente. Para después de su ratificación queda la tarea más importante: convertir a Europa en algo más que «una Suiza hipertrofiada, próspera pero irrelevante», como la ha definido Josep Borrell. Escribe el presidente del Parlamento Europeo para animar la participación en el referéndum: «Esta Constitución nace sin estridencias y sin drama, mientras que las constituciones han nacido en momentos intensos de la historia de los pueblos: su independencia, una gran transformación social o el fin de una dictadura. Quizás por eso corremos el riesgo de creer que es un hecho sin trascendencia y que no atraiga la atención de los ciudadanos. Sin embargo, estamos ante un momento crucial. Europa no se puede quedar ensimismada y necesita seguir avanzando. El mundo va a un ritmo vertiginoso y no espera a que Europa decida ‘ser’ o ‘no ser’. La Constitución sienta las bases para que Europa ‘sea’ una comunidad política y no sólo una gran área de cooperación entre buenos vecinos. Aceptarla o rechazarla significa, en el fondo, optar por una de esas dos alternativas».

2 comentarios

  1. Hola, acabo de conocerte, me gusta tu blog.

    Sobre este ultimo post, queria puntualizar algo sobre tu ultimo post.
    El referendum no es vinculante, es decir, votar en contra o a favor, no nos lleva a rechazar o no la constitución, la constitución nya esta aprobada.
    Entonces, el referendum es una consulta, vendria a ser algo asi como… ¿te gusta la constitucion que hemos aprobado?
    La respues es evidentemente libre. Pero no asustemos a los ciudadanos diciendo que el voto en contra nos hace perder el unico tren que va a pasar por nuestra estación, porque nosotros no estamos en la estación, somos uno de los vagones.

    Un saludo y suerte con el blog.

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