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Asia central y las revoluciones de terciopelo

En estos días se vive en Uzbekistán una confusa crisis política que ha puesto contra las cuerdas al presidente del país, Islám Karímov. Los acontecimientos relatados dan cuenta de graves sucesos en la ciudad de Andizhán, en el valle de Ferghana, una de las zonas más pobladas del país. Las protestas callejeras contra la detención de 23 comerciantes acusados de extremismo islámico terminaron con la ocupación de un cuartel para la obtención de armas y el asalto a la cárcel local que permitió que estos hombres y otros miles de presos fueran liberados. El gobierno de Uzbekistán ha puesto todo su empeño en sofocar esta revuelta popular, que corre el riesgo de extenderse a otras regiones, y se habla ya de cientos de muertos civiles por la represión y de miles de refugiados uzbecos que han emprendido la huida a Kirguizistán. Este levantamiento se ha visto precedido por masivas manifestaciones de la oposición al régimen de Karímov, un despótico ex dirigente soviético que comanda con mano de hierro la república centroasiática desde 1991. Esta tiranía se ha visto amparada por sus buenas relaciones con los países occidentales, en especial con EEUU, que mantiene una base militar en su territorio, para no dejar ningún espacio a la oposición en las sucesivas elecciones convocadas. Aplastada la posibilidad de partidos democráticos de carácter laico, el mayoritario culto musulmán de la población ha dado pie a un movimiento islamista de reivindicación nacional y religiosa que conecta con el extremista e ilegalizado partido Hizb-ut-Tahrir, bestia negra del presidente uzbeco.

No resulta extraño que un régimen antidemocrático como el imperante en Uzbekistán coloque a la amenaza integrista en el punto de mira de su política de represión. Auspiciado por la lucha contra el terrorismo internacional, el gobierno de esta ex república de la URSS obtiene el necesario dominio interno y el anhelado liderazgo regional mediante el control total del país. Uzbekistán es el estado más poblado de Asia central, zona de indudable interés energético y cuya influencia se disputan EEUU, Rusia y China. La estabilidad del régimen uzbeco está en peligro por posibles rebeliones de inspiración islámica, o bien por un levantamiento popular mayoritario. Los sucesos recientes sugieren, sin embargo, que la violencia no estará excluida de un cambio de régimen. Lo ocurrido no encaja exactamente con el tipo de ‘revolución de terciopelo’ que ha dado la vuelta al poder político en otros países de la región. Emulando el derrocamiento de regímenes de la Europa del Este, los ciudadanos de Ucrania denunciaron en las calles el fraude electoral de diciembre de 2004 por el que se mantenía en el poder el prorruso Yanukovytch, lo que dio lugar a una repetición de las elecciones en las que fue elegido Yushchenko, el líder de la ‘revolución naranja’. El mismo fenómeno, movilización popular pacífica contra gobernantes autocráticos, había posibilitado un año antes la caída del régimen del presidente Chevardnadze en Georgia, en lo que fue la ‘revolución de las rosas’, pionera en un nuevo periodo de florecimiento democrático que afecta especialmente a países que formaron parte de la Unión Soviética.

Últimamente se están interpretando estos movimientos, no sin razón, como un factor de cambio que encaja en la estrategia de EEUU y las demás potencias occidentales de atraerse el favor de estos países. Rusia está perdiendo influencia en un nuevo giro hacia la democracia occidental de sus antiguos aliados y territorios. Ejemplos como el de Moldavia son claros: el alejamiento de la política de Moscú es tal que incluso la reciente victoria electoral del Partido Comunista es vista como un signo de acercamiento a la UE. En Asia central el mapa parece estar igualmente en continua ebullición. La falta de libertades es denominador común de la zona y ha propiciado una ola de protestas en Kirguizistán con las características ya conocidas. La denuncia de la corrupción del poder y las manifestaciones de la oposición kirguiz en la ‘revolución de los tulipanes’ han llevado a la dimisión del presidente Akáyev y la convocatoria de elecciones presidenciales. Un patrón que se repite en estas repúblicas centroasiáticas es el que parece estar ausente de Uzbekistán, pues la situación no se ha mantenido en orden tras la protesta y el régimen conserva el favor exterior. Pero todo el mundo mira a estos derrocamientos de gobernantes impopulares con la duda de la ayuda que la política estadounidense está prestando a los grupos de oposición que protagonizan las ‘revoluciones de terciopelo’. Tayikistán, Turkmenistán y Kazajstán pueden estar en la lista de países candidatos a próximas rebeliones populares en Asia central. Serán revoluciones pacíficas, en cualquier caso, pues los intereses energéticos no admitirán otra cosa que cambios de régimen tranquilos y con marca democrática.

2 comentarios

  1. Gracias por escribir sobre Asia Central, la verdad es que no hay muchos sitios en castellano en donde traten el problema del cerco a la Federación Rusa por parte de los Estados Unidos, atrayendo hacia si a las antiguas repúblicas soviéticas.

    Yo apuesto porque la próxima dictadura en caer del lado norteamericano va a ser Belarús y si no Kazajstán (con elecciones presidenciales en el 2006).

  2. Anónimo Anónimo

    lo mejor es que Rusia enseñe los dientes tal como hizo en Georgia hay 17 millones de rusos viviendo en antiguas repúblicas soviéticas de asia central ocmo kirguistan y sufren discriminación y expolio

Los comentarios están cerrados.