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Prodi y el cambio en la política italiana

La política italiana de las últimas décadas ha estado marcada por fenómenos singulares que, no obstante, también se han manifestado en otros países europeos: la corrupción en los partidos, la inestabilidad de los gobiernos, la violencia como arma política. El resultado de un sistema electoral bastante peculiar es la significativa fragmentación política que existe, con muchos partidos medianos y pequeños que alcanzan representación parlamentaria. La coherencia y estabilidad del bipartidismo presente en democracias con similar tradición a la italiana se ha echado en falta en la política de este país cada vez que un cambio de gobierno trastocaba mayorías electorales o un cambio de mayorías parlamentarias significaba la investidura de un nuevo gobierno. Las coaliciones han sido la tabla de salvación ante las innumerables escisiones y divisiones en los partidos. Después de un periodo turbulento por las disputas en el seno de gobiernos de la izquierda, un personaje como Silvio Berlusconi alcanza la presidencia del Consejo de Ministros con el apoyo de conservadores, posfascistas y la Liga Norte. Era el candidato más valorado cuando hace cuatro años los italianos hastiados con los políticos profesionales pusieron la república en manos de este líder con carisma y poder mediático, el hombre más rico de Italia.

Estos años de relativa estabilidad proporcionada por el gobierno de Il Cavaliere no están exentos de una larga relación de problemas que el centro-derecha sigue sin resolver y de una permanente polémica por las modos de hacer política del magnate milanés. La oposición a Berlusconi ha ido creciendo poco a poco, recuperándose del débil resultado en las urnas de la coalición de centro-izquierda. Los partidos que ocupan este espacio han buscado el escenario idóneo para que la alianza electoral que han llamado L’Unione tenga posibilidades de éxito en las elecciones de la próxima primavera. Primero se ha creado la necesidad de cambio, ante una política efectista en un primer momento pero poco efectiva de un Berlusconi en continua confrontación con sus críticos. Después ha llegado el cartel más valorado por muchos italianos, un viejo conocido que vuelve a casa tras presidir la Comisión Europea. Romano Prodi regresa como líder de la izquierda que le ha respaldado en unas históricas elecciones primarias.

Berlusconi presume de que sólo él puede mantener unido a su bloque político para ganar en votos. El centro-izquierda necesitaba también la baza electoral de un candidato valorado por los suyos. Prodi tiene en su mano articular un cambio de gobierno desde la suma de diferentes sensibilidades en la oposición a Berlusconi. Como anticipo de un posible triunfo dentro de unos meses, el candidato del renovado Olivo ha obtenido el apoyo del 73,5% de los votos en unas primarias abiertas a los ciudadanos. Más de tres millones de italianos participaron en esta demostración de unidad y democracia interna de la coalición que más dificultades ha tenido para aglutinar en un bloque electoral las diferentes formaciones políticas que lo integran. Como dice Alberto Haj-Saleh, en su carta desde Italia en el Libro de Notas, «toda la izquierda ha hecho una piña por primera vez en diez años en torno a su candidato». Los dirigentes de los partidos han dejado para otro momento los tan queridos navajazos contra el compañero de formación y escuchan a sus votantes en la demanda de unidad. No es fácil organizar coaliciones que puedan tener éxito electoral, pero Prodi se encuentra en una situación envidiable para que la suma de fuerzas dé lugar a un cambio en el gobierno y cierre la era Berlusconi de la política italiana.