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El PP y el laberinto del 11-M

La sentencia del 11-M ha sembrado el panorama político de certidumbres sobre las diferentes tesis mantenidas sobre el mayor atentado de la historia de España. La derrota de la teoría de la conspiración que vinculaba directamente la «autoría intelectual» con el resultado de las elecciones del 14 en tanto «objetivo de los terroristas» ha sido tan humillante que los intentos por mantener con vida tales disidencias del discurso oficial serán fácilmente puestos en ridículo. La decisión judicial que condena a todos los implicados directamente en el atentado de corte fundamentalista islámico tiene muchas derivadas, pero la prensa se está fijando principalmente en las consecuencias que tendrá en un escenario preelectoral como el que se avecina, tras haberse colocado durante tres años el 11-M como asunto de disputa entre los partidos. El gobierno del PSOE ha encontrado en la sentencia elementos de descrédito de la posición mantenida por el PP que no dejará de aprovechar contra su adversario. El margen de maniobra del partido que lidera Rajoy está lastrado por la campaña «conspiranoica» que ha patrocinado con entusiasmo durante toda la legislatura, que lo coloca en un laberinto.

El principal peligro con que se encuentra el PP es que un cambio de posición no sería creíble, mientras que seguir con las mismas tesis sobre el 11-M puede hacerle perder de nuevo unas elecciones en vísperas del cuarto aniversario de la tragedia. La única solución es ponerse de perfil y no seguir dejándose llevar por el sensacionalismo de los medios que han marcado la agenda del partido conservador en este asunto. Cuando se está en la oposición, la credibilidad es el activo más importante para que el mensaje cale en el electorado. El poco interés que manifiesta el PP en ser un partido creíble se demuestra en que su mensaje va mayoritariamente dirigido al mismo electorado que le apoyó incluso en momentos difíciles como el 14-M. En vez de ampliar su discurso, se obliga a permanecer en torno a unas «verdades» que nadie fuera del PP comparte. La política de la «conspiración» del 11-M, que tanta audiencia ha proporcionado a ciertos medios, es el ejemplo de cómo un partido ha renunciado a defender ideas para la sociedad y ha sustituido esa tarea por la defensa de creencias sectarias para satisfacción de sus dirigentes. Con la misma seriedad de aquel póster que rezaba, con grandes letras, sobre la foto de un ovni: «I want to believe».