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El último atardecer de 2008

Antes de que se vaya el día, hay que aclarar una cosa que contradice los resúmenes del año publicados por los medios de comunicación. Este no ha sido el año de la crisis. Veamos la situación con más perspectiva: no se trata de que la crisis económica se vaya a concentrar en un año o, por el contrario, se extienda a varios. La crisis pasará a la historia como un periodo de años afectados por el impacto del derrumbe de un determinado modelo financiero e inmobiliario. Y, ciertamente, el 2008 ha sido el año en que todo el mundo ha sido consciente del panorama que se presentaba. Pero la crisis tiene su origen años atrás, y casi sería más ajustado a la realidad decir que 2007 es verdaderamente el año de la crisis, pues fue entonces cuando el pinchazo inmobiliario se empezó a notar.

En todo caso, las consecuencias más difíciles de encajar de la recesión que ya se palpa en el ambiente económico, el paro, la quiebra de empresas, el cierre de fábricas, se han cebado sobre todo con este año que hoy por fin termina. El 2009 puede depararnos una situación diferente o no, quién sabe, a la vivida. Las predicciones de las instituciones económicas no son buenas, pero es sabido que con un margen superior a seis meses la fiabilidad es la de una bola de cristal. El año es largo: nos queda la esperanza de que hacia el final el enfermo mejore, pues las crisis no son sino una gripe de la economía. Que se cura con el tiempo. En cualquier caso, la pesimista conclusión de la nochevieja es que los últimos rayos del sol del día 31 no son muy diferentes a los primeros rayos del día 1. El cambio de dígito no obra milagros.