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Año consensuado

Durante un año electoral se remarcan las diferencias, se definen las ideas y se coloca el mensaje propio con la intensidad que requiere una competición en las urnas entre distintos partidos políticos. Tras las urnas, por contra, suele haber un periodo de aguas calmas. Los partidos tienen habitualmente la necesidad de llegar a pactos para gobernar. La competencia que anima el marketing tiene que convivir con la colaboración de los contendientes políticos para administrar consensos. Es la política del acuerdo, muy poco comercial en términos mercadotécnicos porque el público prefiere la lucha. La fraternidad, el entendimiento, el acuerdo también necesitan su sitio. La conformidad, la armonía, la avenencia y la unidad están ahí. Es necesario a veces alcanzar la unanimidad, el consenso, la cordialidad tras la batalla. El concierto, el convenio y el pacto forman parte de la política. Las personas forman relaciones donde es posible la amistad, la simpatía, la concordancia y la coincidencia.

La solidaridad es un ingrediente fundamental de la política. Se consigue con compañerismo, familiaridad, confianza y camaradería. El pueblo demanda con frecuencia que las cuestiones importantes generen una amplia adhesión y respaldo. Que haya reciprocidad, inteligencia, conciliación y comprensión en los actores políticos. La indulgencia y la tolerancia son fundamentales. Y el talante. Para alcanzar acuerdos, convenios, tratados, concordatos y arreglos. La negociación y la creación de ententes son imprescindibles. Los años electorales nos hacen olvidar estas palabras y, también, la utilidad de los diccionarios de sinónimos, pero principalmente la confrontación política nos oculta a veces que, cuando sea necesario para el bien común, la política tiene que fundamentarse en acuerdos, consensos y pactos.