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Fin de una era

Hace unos días falleció el economista americano James Tobin, discípulo de Keynes y autor de la propuesta de impuesto sobre las transacciones financieras internacionales conocido como Tasa Tobin. La reivindicación de la puesta en marcha de esta tasa como freno a la especulación por parte de Attac le hizo declarar que no se sentía a gusto con esa identificación con el movimiento antiglobalizador, porque «los aplausos más sonoros vienen del lado equivocado». Pero lo cierto es que su figura de gran pensador del siglo XX se ha visto revitalizada con el surgimiento de nuevos defensores de la tasa que lleva su nombre, lo cual favorecerá seguramente que algún día pueda ser llevada a la práctica.

Paul Kugman ha escrito que «su desaparición simboliza la desaparición de una era en la que el debate económico era más agradable y mucho más honesto que en la actualidad». Y remarca el valor de su obra afirmando: «Tobin era uno de esos teóricos de la economía cuya influencia era tal que muchos que nunca habían oído hablar de él eran sin embargo discípulos suyos». También recuerda en el artículo publicado tras su muerte que Tobin tuvo como adversario intelectual a Milton Friedman y su «ingenuo» monetarismo. Krugman asegura que en la época que le toco vivir «los economistas con una decencia básica como la suya podían prosperar, e incluso influir en la política», a diferencia de los tiempos actuales donde proliferan economistas vendidos al cargo y una amplia gama de aduladores del poder.