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Representación

Las reuniones de jefes de gobierno de la UE también sirven para que se organicen ‘contracumbres’ como la coordinada por el Foro Social de Sevilla en el último encuentro de mandatarios europeos. Cualquier cumbre de países es pretexto para que los movimientos ciudadanos agrupados en la lucha por otra globalización (‘alterglobalistas’ sería una buena denominación) se muestren ante la opinión pública. Un único elemento ha fallado en la trasmisión del mensaje hasta ahora: la presencia de disturbios con la policía. Aunque otras acciones reivindicativas y de difusión de ideas acompañan a estos movimientos, es la manifestación multitudinaria la que concita la atención de todos. Sevilla ha sido uno de los primeros lugares, junto a Barcelona, que ha albergado a miles de personas en las calles y sin violencia, tan sólo alzando la voz de una protesta por otro mundo posible y reclamando alternativas, algo ya de por sí suficientemente serio.

Canadá era un próximo punto de encuentro para estos primeros ‘ciudadanos globales’ que actúan como tales: ejerciendo una crítica al poder. Allí se reunía ese grupo de países que no necesitan pedir excusas por ser los más fuertes en eso que llaman el G-8. En un recóndito enclave de las Montañas Rocosas, los líderes del mundo se han librado de tener a los manifestantes cerca: por si fuera poco, hasta los osos de la zona han sido controlados para que la seguridad esté garantizada. La obsesión por construir confortables ‘burbujas’ en las que encerrarse para estas cumbres es elocuente. Que decidan los gobiernos más poderosos sobre cuestiones que afectan a todo el mundo supone un deterioro de esa ‘democracia global’ que aún es una utopía. Sigue estando vigente, y lo estará por mucho tiempo, uno de los lemas de la manifestación de Seattle de 1999: ‘No a la globalización sin representación’.

Leo las líneas que estoy escribiendo y parece que estemos dando un salto en el tiempo para recuperar palabras que suenan arcaicas en los oídos de los ‘bien pensantes’: utopía, alternativas, poderosos, manifestaciones… Nos habían dicho que esta era representaba el ‘fin de la historia’: el pensamiento post-político se abriría paso. Pero en la vanguardia del progreso se han alzado otras banderas más comprometidas con la política y la democracia. El mundo global debe estar hecho a la medida de los ciudadanos y no al revés. La representación popular en la toma de decisiones parece no estar resuelta después de décadas de funcionamiento de nuestros sistemas políticos: el Estado nación salta por los aires y en lo global falta democracia. Ojalá no se consume la interferencia del nuevo ‘golpismo’ financiero en las elecciones de Brasil, donde el candidato Lula hace el papel de diablo para los inversores: sería un ejemplo más de primacía de los mercados sobre las urnas.