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Funcionarios

Una característica esencial del funcionario es la estabilidad. El empleado público que accede a un puesto por sus méritos tiene garantizada la continuidad cualesquiera que sean los cambios de color político que se produzcan tras unas elecciones. Se anula así la posibilidad de una administración partidista que cada cuatro años cambiara por completo su organigrama. La figura del funcionario profesional e imparcial juega un papel muy importante en los ayuntamientos: el interventor y el secretario, en concreto, son funciones que recaen en personas que han superado un proceso de oposición y dependen directamente de la administración del estado. Esta regulación tiene como propósito controlar el poder municipal y evitar que en los ayuntamientos el caciquismo local pueda hacer y deshacer sin atenerse a la ley. Del funcionario se espera neutralidad frente a acciones de gobierno que, especialmente en el ámbito local, pueden buscar la satisfacción inmediata del electorado y la recompensa en imagen del político de turno sin importar la legalidad y la razonabilidad de los medios empleados. En las últimas décadas, el control interno ejercido por los funcionarios ha fallado, y es consecuencia de ello que a nadie extrañe que la administración local haya sido la protagonista de corrupciones y corruptelas de todo pelaje.

Hablamos mucho últimamente de regeneración de las instituciones democráticas. Y en la tarea de eliminar la corrupción política se pretenden nuevas medidas de control olvidando que la más efectiva regeneración consiste en devolver al cuerpo de funcionarios la autoridad arrebatada. Antonio Muñoz Molina escribe en «Todo lo que era sólido» en favor de la independencia de los funcionarios de los ayuntamientos cuyos puestos no son decididos por el alcalde. El secretario y el interventor deben ser diques que preserven la institución, lo mismo frente a la actuación de un político corrupto que de un alcalde derrochador. Se puede achacar a un populismo, que ha sido transversal a todos los partidos, el desahogo con que el presupuesto municipal ha financiado todo tipo de gastos superfluos y los recursos públicos han sido dilapidados en infraestructuras faraónicas. La deuda municipal sobrevive al alcalde que cesa en su cargo, lastrando la financiación del gasto social futuro. La administración más cercana al ciudadano ha sido también aquella en la que han jugado más cerca con su dinero. En algunos casos, la corrupción se ha producido delante de las narices del pueblo, y ello no ha impedido la reelección del corrupto. El control democrático debe ejercerse también a través de funcionarios capaces y neutrales que tengan la potestad para ello. Es la única vacuna posible contra gobiernos populistas.